Antonio Machado
Soy de los que piensan que la vida es la escuela que más te enseña. Y es que, viviendo experiencias, es como te das cuenta de algunas cosas que no vienen en ningún libro. Es relacionándome con todo tipo de personas como llegué a conocer la historia de un matrimonio que, por su mala cabeza, tuvo que aprender de forma brusca la diferencia entre el valor del dinero y el precio de las cosas.
Cuenta la historia que una pareja de personas mayores, Engracia y José Luís, recibieron la desgraciada noticia de que un familiar muy próximo a ellos había sido diagnosticado con una grave enfermedad que afectaba a su cerebro y que el pronóstico era realmente malo, no dándole mucho tiempo de vida.
La pareja, que nunca había manejado mucho dinero, tenía también muy malos hábitos financieros, y acostumbraba a malgastar el poco dinero que tenían en baratijas, pequeñas compras emocionales para tapar vacíos, comisiones bancarias, etc.. La situación se tornó aún más grave cuando se dieron cuenta de que, tras haber administrado mal su dinero, no podían viajar al pueblo donde vivía su familiar enfermo, puesto que lo habían gastado en otras cosas.
Sin saberlo, cambiaron un café y descubiertos del banco por la posibilidad de acompañar a su familiar en tan delicados momentos. Y es ahí cuando aprendieron que, a pesar de que la cantidad de dinero, el precio de las cosas era exactamente el mismo en ambos casos, el valor era radicalmente distinto.
Antes de despilfarrar el dinero en cosas que no te benefician, no sólo preguntes su precio, sino también su valor. Sólo administrando bien una pequeña cantidad de dinero, estarás preparado para recibir más.
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